jueves, 14 de febrero de 2013

Cuidado con los pisotones

Ahora que vuelve a hablarse de turbulencias en los mercados, tal vez convendría pararse a ver si éstas son tan caprichosas como algunos pretenden o si, por el contrario, responden a alguna información nueva que aparece y, por tanto, los agentes incorporan al precio de los activos. En este sentido parece interesante comprender lo que pasó el fin de semana último, en el que la prima de riesgo de nuestra deuda subíó alrededor de 40 puntos básicos, es decir: los agentes exigían en la apertura del lunes un 0,4% más de retribución por mantener nuestra deuda pública a largo plazo, que lo que exigían al cierre del viernes.

La diferencia aunque parezca pequeña no lo es: supone un incremento del 5% en la partida de intereses en los presupuestos públicos según van renovándose los vencimientos. Recordemos que el Estado ha realizado un fuerte esfuerzo de reducción de sus gastos (a noviembre -28%) que se ha visto mermado por el aumento de los intereses (a noviembre +16%). Es decir, la contención de esta partida, la de intereses, es crítica para alcanzar los objetivos de déficit público.

Pero volvamos a qué pasó el fin de semana para que, tras acostarnos el viernes, nos encontrásemos el lunes con la bolsa cayendo (-3,77% al cierre de sesión) y la prima de riesgo subiendo, como ya se ha indicado, y si esto era, o no, la consecuencia de un mal fin de semana en las vidas personales de los operadores en los mercados o era otra cosa.

El viernes 1 se publicaron los resultados de tres de los cuatro grandes bancos españoles. El día anterior se había publicado el del cuarto que faltaba. Los resultados mostraban que, al menos dos de ellos estaban en pérdidas por sus operaciones en España. De otro más nada podía afirmarse, porque la forma de presentar sus cuentas no distribuía por áreas geográficas más de 6.000 millones de euros de pérdidas. Habrían bastado con asignar 900 de esos 6.000 millones de euros, para concluir que sus actividades en España no daban beneficios. Unos días antes de que estos cuatro bancos comunicaran sus resultados, lo hizo el quinto del país: un mero apunte contable acorde con la normativa le permitía publicar beneficios, pero la realidad de sus resultados operativos en España no eran positivos. En cualquier caso, estos bancos son grandes tenedores de deuda pública española y financiadores de nuestro sistema eléctrico, por lo que lo que les voy a contar a continuación les afectó y nos afectará.

El viernes 1, el Gobierno se despachó, además, con un cambio en el índice de actualización de la retribución de las actividades reguladas (transporte, distribución y régimen especial) del sistema eléctrico. Presumía el Gobierno de que esto supondría un ahorro de 337 millones de euros anuales a los consumidores. El importe de esta rebaja en términos de valor actual neto es posible que no baje de los 6.000 millones de euros. Pero dejemos esto último y centrémonos en el impacto de la medida: los planes de negocio y endeudamiento de dichas actividades reguladas descansaban en el presupuesto de que su retribución subiría de acuerdo con un índice de precios determinado y no con otro, que históricamente es más bajo. De repente, los acreedores de las compañías que ejercen esas actividades reguladas se encuentran con que los flujos libres de caja de estas últimas han caído, y no poco, y que sus créditos a lo mejor ya no son tan seguros.

Pero esta posible insolvencia o inviabilidad de los planes de negocio, con ser importante, no lo es tanto como la pérdida de confianza en la estabilidad de la regulación en España. Nuestras autoridades debieron pensar que estas decisiones no se pagan o que, al menos, no las pagan las cuentas públicas. El lunes debieron darse cuenta de que sí, salvo que achacarán los movimientos de los mercados a una mala digestión de las comidas familiares del domingo de los agentes que operan en los mercados.

Nada es tan caprichoso como parece. Los mercado en ocasiones sobrerreaccionan, como ocurre con el compañero de viaje en el vagón del metro cuando le pisamos. Eso es cierto. Pero nuestras autoridades no deben olvidar que siempre algo hay de base: le hemos pisado. Tal vez no era para tanto, pero le hemos pisado. Lo mejor no pisar a los demás.

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