viernes, 25 de marzo de 2011

Menos mal que nos queda (ba) Portugal

Este viejo dicho español puede empezar a conjugarse en pasado después de la caída del Gobierno de Socratés y la amenaza de una intervención, que ya es una crónica anunciada, de la economía lusa. Las cifras de la exposición de la banca española en Portugal, un territorio que en muchos bancos se gestionaba como una región más de la península, y probablemente la parte de dicha península en la que más gente hay que quiere ser española, son de susto.

Un tercio de la exposición de toda la banca mundial, 76.000 millones de euros, está en manos de nuestros bancos. De esos 76.000 millones, la exposición a los sectores que más nos preocupan en el corto plazo -los bancos portugueses y el sector público portugués- es de 10.500 millones de euros. Los bonos públicos portugueses y los bonos y acciones bancarias sufrirán en los próximos días un fuerte deterioro en sus valores, que se trasladarán, o debieran trasladarse, a los balances y cuentas de pérdidas y ganancias de nuestras entidades.

Esta transmisión de deterioros, porque el portugués perjudicará a los títulos emitidos por nuestras entidades, no es una buena noticia para estas últimas. Encarecerá el coste de su financiación y abaratará el precio al que se deberán colocar las nuevas acciones que van a emitir los nuevos bancos en que se van a transformar las cajas de ahorros. Sin embargo, el problema mayor será, como suele ser habitual, el que se notará en el largo plazo. Los bancos españoles tienen prestados a residentes en Portugal 50.000 millones de euros. La capacidad de estos residentes de hacer frente a sus obligaciones en el futuro se reducirá como consecuencia de la fuerte elevación de los tipos de interés en la nación vecina, y como consecuencia de las políticas de ajuste que puedan llegar a imponer las autoridades europeas.

Estos efectos a corto -caída del valor de los títulos públicos y bancarios- y a largo -deterioro de los deudores privados portugueses- no estaban, además, contemplados en la rebaja de las calificaciones de crédito de las entidades españolas que publicó ayer Moodys. Dicha rebaja respondía al ajuste lógico que tenía que hacer la calificadora después de la última rebaja al emisor soberano español -el Tesoro-, por lo que no podemos descartar en unos meses otra rebaja adicional a nuestras instituciones financieras, o la rebaja en un plazo más corto de aquellas que han salido indemnes del último recorte.

Ninguna de estas noticias interrelacionadas -problemas en Portugal y rebaja de las calificaciones crediticias de nuestras entidades- navegan en la dirección que el Gobierno siempre anuncia: recuperación del ritmo de concesión de créditos a los sectores productivos y a las familias. Todas estas noticias no son sino la purga de los excesos de la fase de expansión del crédito y que sólo mediante la reducción del sobreendeudamiento, el desapalancamiento que dicen los técnicos, nos permitirá en un futuro no cercano remontar la situación actual.

Les guste o no a nuestras autoridades, estas noticias son las consecuencias inevitables de una mala política monetaria por un lado, y de una crisis posterior que se ha gestionado francamente mal. Los sufrimientos que nos esperan se podrían haber reducido atajando los problemas antes y ayudando menos a los sectores implicados.

Y admítanme un consejo: desconfíen siempre del Gobierno.

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