miércoles, 12 de enero de 2011

El problema de España: los loros

Cada vez que alguien se dirige a un miembro de eso que podemos llamar el establismen (fíjense que tiene la misma raíz latina que stabulus-i) y le sugiere un recorte del alguna partida de gasto público, porque de algún modo habrá que atajar el exceso del mismo, la respuesta es inequívoca: con eso se ahorra poco porque al final es el
chocolate del loro.

Está claro, por tanto, que el problema del déficit público español es mucho más sencillo de solucionar de lo que parecen creer nuestras autoridades, salvo por la contestación que, muy probablemente, encontrarán entre los grupos ecologistas organizados. Se trata, en definitiva, de acabar con la superpoblación de loros chocolatóvoros que nos asola. Es cierto que estos animales no son especialmente prolíficos dado que el chocolate, como es sabido, actúa como inhibidor de la actividad sexual, pero como, por otro lado, su tasa de mortalidad es extraordinariamente baja, como consecuencia de una esperanza de vida prácticamente infinita, la población de los mismos no ha parado de crecer. Además, estas aves tienden, con su envejecimiento, a aumentar la ración diaria de chocolate que necesitan para subsistir, lo que ha encarecido de manera muy alarmante el precio del preciado alimento dulce (el oro marrón lo llaman ya algunos), hasta el punto de que hoy en día es prácticamente imposible hacerse con existencias del mismo para nuestros hijos.

Algunos han propuesto curas de adelgazamiento consistentes en ofrecerles chocolate bajo en calorías, pero los loros han demostrado una pertinaz contumacia en el chocolate alto en contenido graso (por otro lado el único que nos asegura que la actividad reproductora de estas aves se mantendrá en unas tasas moderadas).Así mismo, la dieta de chocolate hipercalórico presenta importantes ventajas, al margen de las apuntadas, porque asegura que los elevados índices de masa corporal (ya saben: peso en kilos dividido entre la altura en centímetros al cuadrado) que estos animales alcanzan ya en sus primeros meses de vidas les imposibilitan para volar. Este abandono temprano de la actividad voladora, si bien no reduce los excrementos que expelen, nos asegura que lo hacen a una altura menos gravosa para el común de los viandantes y, por otro lado, no cabe duda de que ha creado toda una industria de tratamiento de residuos orgánicos que da trabajo a un sector importante de la población. Algunos menos concienciados con la vida natural y las ventajas en términos de empleo del sector de limpieza viaria, abogan por dejar las calles sin limpiar en el convencimiento de que como la especie animal, aunque gruesa, es de menos altura que la humana, terminará desapareciendo ahogada.

Este modo de reducir la superpoblación de loros de España no cuenta, por motivos obvios, con una gran resistencia por parte de los ecologistas que sólo admiten métodos naturales para reducir la misma y, aunque a regañadientes como amantes de los animales que son, reconocen que el acondicionamiento de las calles no es algo que la Pacha Mama o Madre Naturaleza tuviera previsto. Sin embargo, otros aseguran que no es tan claro que dejando de limpiar las vías públicas los acontecimientos se desarrollarán como decimos, dado que el volumen de residuos acumulado requerido para que esto ocurra es tan alto que, muy probablemente, muchos de nosotros lleguemos a tropezar y caer, especialmente nuestros hijos y ancianos, antes de que esto ocurra y terminemos experimentando la misma suerte que los loros.

Llegados aquí, les reconozco que ya no veo tan claro el modo de reducir la superpoblación como les decía al principio mientras los ecologistas no permitan la conveniente adulteración del chocolate, que por otro lado no les preocupa cuando a otras especies se refiere, o el levantamiento de la veda del loro chocolatóvoro. En cualquier caso, dados los temas de mi especialidad, sólo quería proponerles un tema para la reflexión, de vital importancia para las arcas públicas.

Y admítanme un consejo: desconfíen siempre del Gobierno.

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