lunes, 5 de julio de 2010

Vender el voto

Pues volvemos a comenzar la semana con una buena noticia. Como no tenemos que ir a ver las cabalgatas con las que hemos sido obsequiados los madrileños este fin de semana, sino que tenemos que ir a trabajar, el servicio público de metro vuelve a la huelga. Pero dejemos el tema de la huelga, que no es sino el comienzo de los problemas que las políticas de ajuste y la extraña posición de los sindicatos mayoritarios subvencionados nos van a generar este próximo otoño. Volvamos a los temas de la deuda pública y su financiación. En particular, de la deuda pública de las comunidades autónomas.

La semana pasada, la Generalidad intentó colocar una emisión de mil millones de euros y apenas colocó un tercio de la misma y, lo que es más grave, entre cajas de ahorros que controla. Por otro lado, la agencia de calificación crediticia Moody´s rebajó, también la semana pasada, la calificación de la deuda de las comunidades de Madrid, las dos Castillas, Extremadura y Murcia, que se unían al plantel de las que ya habían experimentado una rebaja anterior. ¿Y qué nos dice esto? Pues que las administraciones autonómicas españolas tienen verdaderos problemas para llegar a fin de mes y que, aunque nos pese, deberemos ser los ciudadanos los que nos apretemos el cinturón para allegarles los recursos para hacer frente a las obligaciones que adquirieron en nuestro nombre, nos gustaran o no.

El discurso de que siempre pagan los mismos no por cierto deja de ser demagógico, y no se puede pretender, cuando nos toca -como les pasa, por ejemplo a los trabajadores del Metro-, utilizarlo como argumento para exonerarnos de nuestras responsabilidades, que son mayores de lo que parece. Primero, por elegir a los representantes que hemos elegido; segundo, por complacernos con todos los servicios gratuitos que nos han venido ofreciendo nuestros políticos sin preguntarnos. ¿Y esto quien lo paga? Porque al final, hay que pagarlo. El capítulo económico en las elecciones no puede estar basado en la promesa de cada vez más y mayores servicios públicos, sino que tiene que estar basado en un aumento de la productividad de nuestros impuestos, de modo que para darnos lo imprescindible (seguridad, justicia y defensa) cada vez nos cobren menos. Todo lo demás es vender el voto al mejor postor que además, al final, me deja la cuenta sin pagar.

Y admítanme un consejo: desconfíen siempre del Gobierno.

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