lunes, 13 de septiembre de 2010

Reformar la banca central

Ya les he explicado alguna vez que los profesionales y académicos llamamos Acuerdos de Basilea, o simplemente Basilea, a los acuerdos que los supervisores bancarios de los países que conforman el G-20 -las principales economías del mundo- toman en dicha ciudad suiza aprovechando la hospitalidad del Banco Internacional de Pagos, conocido por sus siglas en inglés BIS. Los acuerdos se refieren a normas de solvencia exigibles a los bancos.

Hasta ahora ha habido dos grandes acuerdos, los de 1988 y 2004, y ahora se está perpetrando el tercero: Basilea III. Digo perpetrando porque en la demagogia publicista que caracteriza a las autoridades occidentales, estos grandes acuerdos en materia de legislación se presentan como la solución casi inmediata a los problemas que nos afligen, y no son eso. Por ejemplo, el acuerdo anterior, Basilea II, de 2004, no impidió la crisis que arrastramos y que comenzó en 2007. Es imposible que la evitara, porque las normas que se derivan de estos acuerdos imponen a los banqueros un sistema prudente de gestión que pueden minimizar los riesgos que asumen, pero no evitar los riesgos que se derivan de una gestión imprudente de la política monetaria que realizan los bancos centrales, auténticos culpables de la crisis.

Esta semana nos bombardearán con las bondades del acuerdo de Basilea III -se lo anuncio hoy que estamos a lunes- que, en cierto modo, corrige Basilea II. Parecerá que ya nunca más habrá crisis bancarias, pero usted y yo sabemos que eso no será así. Primero, porque como en cualquier actividad, siempre habrá algunos que cometan errores y otros que cometan deshonestidades. Pero, sobre todo, porque con el sistema de banca central que padecemos en Occidente, las crisis sistémicas no pueden desaparecer.

Periódicamente, las autoridades tendrán la tentación de calentar un poquito la economía, que no pasa nada. Algo así como la muchacha que deja a su novio jugar un poquito por debajo de la camisa. Y cuando el calor entra por las venas del sistema bancario, esto ya no hay quien lo pare… como al novio. La reforma del sistema financiero no es la de la banca privada, como insisten las autoridades, sino la de la banca central. Otra cosa sólo nos conduce a embarazos no deseados.

Y admítanme un consejo: desconfíen siempre del Gobierno.

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