martes, 8 de junio de 2010

Reflexión para el medio y largo plazo

Hoy quiero hablarles del mercado inmobiliario. Que lo haga hoy, 8 de junio, día en que los sindicatos de la función pública tienen convocada una huelga, es pura casualidad. Parece que algo se mueve en dicho mercado. Según se publicaba ayer, la compra venta de viviendas ha crecido en algo más de un 7% interanual en el último trimestre y de un 19% en este mismo periodo respecto del trimestre inmediato anterior, el último de 2009.

Es una buena noticia para la economía en general, en tanto va permitiendo la liquidación de unos activos que se habían convertido en prácticamente invendibles. Asimismo, la liquidez obtenida por los vendedores les ayudará a salir de situaciones difíciles en muchos casos y, además, permitirá a las autoridades recaudar algo más, que les hace mucha falta. La pregunta es si tiene lógica. En mi opinión, sí. No sé si los precios podrán llegar a ser mejores para los compradores de lo que son ahora. Es probable. Pero está claro que Europa ha optado por solucionar la crisis actual mediante mucha deuda pública financiada por el Banco Central Europeo. Eso generará inflación.

En los últimos diez años también se generó mucha liquidez, pero la inflación general no se produjo porque las autoridades favorecieron el mercado inmobiliario, con lo que se creó una inflación particular en ese sector. Ahora no parece que vaya a pasar lo mismo, porque hay que liquidar los excesos de producción inmobiliaria de la etapa anterior. La inflación generalizada va a ser el modo que las autoridades utilicen para depreciar el valor real de su inmensa deuda y de sus compromisos, salarios y pensiones.

La receta para combatir la inflación por cualquier agente financiero es muy conocida: endeudamiento al máximo e inversión en activos reales. La primera posibilidad no parece fácil, porque las autoridades no están inyectando liquidez para que los agentes privados se endeuden, como en la fase anterior, sino para endeudarse ellos. La segunda facilitará la recuperación de los precios nominales -no los reales, que bajarán-, de los inmuebles y de otros activos reales como los metales preciosos. Pero esta reflexión no es para especuladores, que merecen todos mis respetos porque se arriesgan mucho, sino para planificadores a medio y largo plazo dispuestos a no ponerse nerviosos por un corto plazo inquietante.

Y admítanme un consejo: desconfíen siempre del Gobierno.

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