martes, 14 de septiembre de 2010

Basilea 3 - Capital 8

Ya saben ustedes que nos fuimos de vacaciones con un acuerdo, el 26 de julio, del Comité de Supervisión Bancaria de Basilea, que nos amenazaba con reformas a la vuelta de las mismas. La primera de las reformas, un incremento de las exigencias de recursos propios de primera categoría y, en concreto, del capital con capacidad de absorber pérdidas, se aprobó el domingo por la tarde. Una segunda, referente a la definición y establecimiento de niveles de liquidez, la aplaza el Comité para su sesión de Seúl del próximo noviembre.

Pero vamos a comentar brevemente lo del domingo: la exigencia de recursos propios mínimos sigue básicamente en un 8% de los activos ponderados por riesgo, como hasta ahora, al que se suma como novedad un tramo adicional (amortiguador en traducción literal) del 2,5%. La reforma es positiva en tanto aumenta desde el 2% hasta el 4,5% la parte de la exigencia total de recursos propios, que continúa básicamente igual, como hemos dicho anteriormente, que debe cubrirse con capital ordinario y beneficios no distribuidos. Es decir, con acciones suscritas por inversores cuya remuneración dependerá de los beneficios del banco, y que perderán sus aportaciones si llegan a cosecharse pérdidas. Pasar del 2% al 4,5%, en lo que en la jerga se llama el core capital, es aumentar las exigencias en este tramo de los fondos propios en un 125%, sin haber incrementado, salvo por el funcionamiento del tramo adicional, las exigencias de recursos propios totales.

Está claro que de la experiencia de la crisis, las autoridades han concluido que un 8% de coeficiente de recursos propios no era insuficiente, sino que lo que era insuficiente era el núcleo duro de ese 8%: el 2% de core capital. Esto ya lo pensábamos muchos, porque el 6% restante se cubría con títulos de acreedores con condiciones especiales de riesgo, y esas condiciones especiales no se les han aplicado. Las condiciones no se han aplicado, en muchos casos, con el beneplácito de las autoridades, para no perjudicar a pequeños inversores ni desprestigiar más a los mercados financieros ni a las entidades bancarias como colocadoras de productos financieros inadecuados. Así, por ejemplo, todos tenemos en mente casos en los que se ha permitido pagar cupones a títulos preferentes por entidades en pérdidas, contraviniendo de este modo la legislación.

Hay una lección en todo esto, y es que una regulación sencilla y unos contratos también sencillos (las acciones ordinarias lo son, las preferentes no) no sólo dan más seguridad al público, como ya sabíamos, sino también a las entidades. Más le valdría a muchas entidades haber explicado que lo que colocaban era una acción, que casi todo el mundo lo entiende, que una preferente, que lo entienden pocos. Es cierto que esta vía más sencilla habría impedido el crecimiento de las cajas de ahorros hasta los extremos que lo han hecho, pero eso no sé si es un argumento en contra o más bien a favor de mi postura. Volviendo al acuerdo, vemos que las entidades tienen un plazo hasta 2019 para adaptarse, que comienza en 2013. El problema, pues, de cumplir con la nueva norma se retrasa en el tiempo. Ya veremos si los mercados tienen para entonces la capacidad para absorber las emisiones de papel que van a producirse, o de convencer a los actuales tenedores de preferentes y de deuda subordinada para que accedan a convertirse en accionistas ordinarios. Además, en los próximos años vamos a tener la competencia de la refinanciación de la deuda soberana, especialmente problemática si los crecimientos de las principales economías continúan tan bajos. En cualquier caso, y pese a lo que digan las autoridades, esto no soluciona el riesgo sistémico que padecemos.

La reforma del sistema financiero no es, como creen algunos, la de la banca privada, sino la de la banca central que es la que lo crea. Errores en la gestión y deshonestitades seguirán produciéndose, y para ello los coeficientes que vienen, y probablemente los que había, son suficientes. Otra cosa son los errores y deshonestidades en la ejecución de la política monetaria, porque esos no se absorben con ningún coeficiente. En cualquier caso, al menos hasta noviembre, vamos a estar entretenidos creyendo que esto es la solución a la crisis. Luego ya veremos.

Y admítanme un consejo: desconfíen siempre del Gobierno.

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