martes, 6 de julio de 2010

España se empobrece

Acaba de publicar el Banco Mundial un informe que se llama Doing Business, es decir, Haciendo negocios ,y que intenta calificar la capacidad de un país para favorecer la creación de riqueza, que no calificaré de empresarial porque sólo las empresas y los empresarios son capaces de crear riqueza. Los estados pueden crear las condiciones para que éstos -empresas y empresarios- creen riqueza, o laminarlas en más o en menos, como ocurre con frecuencia. En ningún caso un estado es capaz de crear riqueza, como se pudo ver cuando cayó el muro de Berlín o se puede ver ahora mismo en Corea del Norte, por citar algunos ejemplos.

Pues bien, el informe indica que España, la décima potencia industrial, ocupa, entre ciento ochenta y tres países, el puesto sesenta y dos en lo referente a las mejores condiciones para el establecimiento mercantil. Está claro que con esas condiciones, continuaremos cayendo en la clasificación mundial de economías, aunque lleguemos a ganar el mundial de fútbol.

Pero analicemos unos pocos datos del estudio, al menos los dos más importantes, bajo mi punto de vista. Este país es el número ciento cincuenta y siete en lo referente a facilidades para contratar trabajadores, y la ciento cuarenta y seis para crear nuevas empresas. ¡Entre ciento ochenta y tres, insisto! Pero más relevante aún es el movimiento relativo que hemos experimentado en dicha calificación. Hace un año estábamos en el puesto cincuenta y tres en lo referente a las condiciones en su conjunto y éste, como ya les he dicho, en el sesenta y dos. Hemos descendido once puestos en un solo año.

Lo peor de la situación de España no es cómo estamos -al fin y al cabo todavía somos un país rico-, sino el ritmo al que nos estamos empobreciendo. Nuestros empresarios pueden hacer mucho por nosotros, pero recuerden que la Armada Invencible nunca perdió una batalla sino que no pudo ganarla porque se le cruzaron en su camino, y en contra, los elementos. En este caso, los elementos no los fija la Providencia sino las autoridades, que parece que están más interesadas en otras cosas que en las condiciones que hacen a una sociedad próspera.

Y admítanme un consejo: desconfíen siempre del Gobierno.

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