jueves, 24 de junio de 2010

La propiedad privada tiene mala prensa

En las últimas semanas se oye con frecuencia hablar de que muchos españoles están trasladando al exterior sus depósitos de efectivo y de valores. Algunos lo critican por un malentendido concepto de solidaridad, y otros lo alaban con la envidia del que no puede hacerlo porque, para su desgracia, nada tiene que trasladar. La crítica por insolidaridad viene a pensar que si el dinero se va del país, las cosas irán peor para todos dentro de las fronteras. Esto último es cierto, en el sentido de que la financiación se irá encareciendo y los que necesiten créditos, por el motivo que sea, los pagarán más caros. Llegado al extremo, podría causar verdaderos problemas de liquidez en el interior.

Sin embargo, olvida que el movimiento de capitales al exterior no es la causa del problema sino una consecuencia. Así, las dictaduras y los regímenes económicos autárquicos suelen imponer fuertes restricciones a la salida de capitales al exterior. Suelen disfrazarse de patriotismo esas medidas que, en el fondo, intentan disimular los errores de una política económica determinada por un lado, y cuya justificación moral es similar a la que impide comprar alimentos o medicinas para sus hijos al que tiene la posibilidad de hacerlo en una situación de penuria generalizada, por otro. En el fondo, nadie mejora porque un afortunado deje de dar de comer a sus hijos cuando la mayoría no puede, pero el malestar que provoca la envidia, se reduce.

La idea, además, de que el Estado puede impedirnos disponer libremente de nuestro patrimonio se basa en un concepto que, en el fondo, no reconoce la propiedad privada y que, aunque no la abole, la deja reducida a una administración privada de bienes públicos. Realmente, en muchos países occidentales, y a pesar de la caída del socialismo que supuso la del muro de Berlín y la Unión Soviética, la propiedad privada tiene mala prensa y la legislación ha recortado mucho el derecho que supone la misma. Básicamente, se puede decir que la propiedad privada es en esos países algo que se tolera, porque la administración privada de los bienes es mejor que la pública, y no porque sea realmente un derecho humano. Recordemos que en la Unión Soviética se llegó a permitir pequeños huertos para el autoconsumo, después de que el comunismo total produjera millones de muertos por hambre. Es decir, se permitió por eficacia, pero no porque la gente tuviera derecho a asegurarse un modo de evitar morir de hambre.

Y admítanme un consejo: desconfíen siempre del Gobierno.

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