lunes, 7 de junio de 2010

La confianza hay que ganarla

La semana pasada terminó en los mercados de forma un poco abrupta: el viernes, cuando éstos comenzaban a cerrar, llegaron las declaraciones del nuevo gobierno húngaro que acusaba al anterior de haber falseado las cuentas públicas y aseguraba que su país estaba al borde de la catástrofe. En España estas declaraciones supusieron que la prima de riesgo subiese hasta casi los doscientos puntos básicos respecto del bono alemán a diez años. Es decir, supusieron que nuestra deuda pública a diez años pagaba casi un 4,6% de interés frente al 2,6% que pagaba Alemania. El Ibex 35 cerró con una caída de casi el 4%.

El sábado, con los mercados cerrados, el gobierno húngaro se desdice y la Unión Europea dice que no es para tanto: ¡que Hungría tiene problemas pero no tan graves!. No sé quien tiene problemas, si Hungría o la Unión Europea, y si los problemas son económicos o de comunicación, pero no creo que las sesiones en los mercados sean tampoco esta semana muy positivas con este desconcierto. Además, comienza a entenderse mal el papel de los organismos supervisores y de control de la economía.

Les he comentado muchas veces que una de las grandes mentiras de la política económica de los gobiernos es afrmar que pueden predecir el futuro. Esta mentira no les ha generado más que problemas, pero en cualquier caso no puedo dejar de admitir, porque así es y será siempre, que no pueden adivinar el futuro. Ahora, lo que no parece comprensible es que se produzcan tantos errores y fraudes en la calidad de la información económica y que pasen desapercibidos a los organismos de control.

Adivinar el futuro es imposible pero revisar el pasado es otra cosa. Por cosas parecidas -información errada o falseada que pasa desapercibida a los ojos de los supervisores- hemos visto en el sector privado el cierre de grandes empresas y de grandes auditoras (en una ocasión la mayor del mundo) en semanas, y varios ejecutivos en la cárcel. Estos mismos hechos protagonizados por gobiernos (el griego, el húngaro…) y los controladores de la Unión Europea se salvan siempre con un plan de rescate que pagamos usted y yo. La confianza de los mercados no puede existir respecto de las cuentas públicas con estos antecedentes. La deuda pública comienza a ser una duda privada para los inversores.

Y admítanme un consejo: desconfíen siempre del Gobierno.

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