miércoles, 9 de junio de 2010

Las autoridades apuestan por la inflación

La deuda pública en circulación ha crecido, en los dieciocho meses que van desde el final del primer semestre de 2008 hasta el final de 2009, en un 40%, según el boletín estadístico del Banco de España. Escojo este periodo porque es el que corresponde a la actual legislatura y porque el Banco de España aún no ha publicado datos más actualizados. En igual periodo, el Producto Interior Bruto (PIB), lo que producimos los residentes y no residentes dentro de las fronteras de España, ha caído un 3,2%.

Se insiste mucho en que el endeudamiento público español no es de los más elevados del mundo, y es cierto, pero lo que no parecen entender nuestras autoridades es que lo que preocupa a los inversores extranjeros, que han financiado aproximadamente la cuarta parte de esa deuda, es el crecimiento de la misma a la vez que decrece nuestra producción.

Por otro lado, que nuestra deuda pública sea menor en términos relativos que la de otros países, no quiere decir que no sea de más dudosa recuperación por parte de sus tenedores. Es fácil de entender: una deuda, incluso pequeña, puede ser inasumible por alguien que apenas llega a fin de mes, como le ocurre a nuestras administraciones públicas. Una deuda grande puede ser atendida por alguien con elevada capacidad de ahorro, es decir, que ingresa mucho más de lo que gasta. Nuestro caso es el de una deuda creciente y unos ingresos decrecientes. La solución es la austeridad y desmontar el mal llamado 'estado del bienestar', que ha confundido que el Estado asegure determinados servicios mínimos a los ciudadanos con la provisión de los mismos.

Sin embargo, las autoridades españolas, europeas y occidentales parecen haber preferido la vía de la inflación emitiendo moneda con la que financiar su deuda. Los más perjudicados por esto serán los salarios, las pensiones y los tenedores de activos financieros –bonos, depósitos bancarios, acciones (en menor medida)-, y los más beneficiados los endeudados, entre los que se encuentran los Estados. De hecho, la inflación es un modo de transferencia de riqueza que, por su injusticia, llamó la atención del Padre Mariana en el Siglo de Oro español. Así, este venerable jesuita, entre las causas que justificaban el tiranicidio enumeraba el envilecimiento de la moneda; en castellano del siglo XXI: la inflación.

Y admítanme un consejo: desconfíen siempre del Gobierno.

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