miércoles, 23 de junio de 2010

Apretarse el cinturón

Les recomiendo el artículo que ayer publicó María Jesús Fernández en El Economista. Y se lo recomiendo por tres cosas: la primera, porque es claro; la segunda, porque al rigor de la autora se une lo que le aporta de conocimiento de la situación económica el lugar donde desarrolla su actividad: la Fundación de las Cajas de Ahorros (FUNCAS) y, la tercera, porque lo que lean les va recordar mucho a esto que escribo, y a uno le gusta pensar que no es un loco al que se le ha ocurrido la idea genial que nadie ve.

Pero vamos al tema. ¿Qué dice la señora Fernández? Pues que la solución a la situación española no está, como se insiste desde las posturas económicamente correctas, en el consumo sino en el ahorro, en la austeridad. Habla ella de un cambio de modelo económico, pero no basado en los conceptos grandilocuentes o pretendidamente innovadores, sino en algo tan sencillo como reducir el consumo, la inversión inmobiliaria y el modo en que se han financiado ambos: el sobreendeudamiento.

Tenemos que reducir nuestro endeudamiento, y para eso no nos queda otra que consumir menos que lo que producimos, visto tanto desde un punto individual como colectivo. El crecimiento de España en lo económico debe venir de las exportaciones. Es decir, debemos producir, no para consumirlo nosotros sino para que lo consuman otros, como modo de reducir el exceso de financiación recibida y de aumento de la inversión. Ésta -la inversión- se ha visto desplazada por el consumo, y de seguir así continuará reduciéndose, lo que disminuirá nuestra tan cacareada productividad.

La productividad de los trabajadores aumenta cuando el capital invertido aumenta. Es sencillo de entender: un agricultor produce más con un tractor que con una azada. Y no se dejen llevar por el prejuicio del maquinismo: alguien fabrica los tractores y presta multitud de servicios a un agricultor con más poder adquisitivo, y a los obreros cualificados y bien remunerados que producen la maquinaria de uso agrícola. Así que ya saben: hay que apretarse el cinturón porque a la larga nos irá mejor, aunque suframos en el corto plazo. La alternativa es el desastre en un plazo poco más largo que el corto.

Y admítanme un consejo: desconfíen siempre del Gobierno.

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