miércoles, 16 de junio de 2010

Acabar con el provincianismo insostenible

Ayer el señor Blanco, ministro de Fomento, dijo que los recursos no caen del cielo y que no es razonable, por lo tanto, mantener líneas de ferrocarril con escasos viajeros. Totalmente de acuerdo. Lo que me gustaría ahora es explicarle que eso no sólo debe aplicarlo a los trenes, sino también a otros servicios públicos que han proliferado más allá de lo económicamente racional, por culpa del provincianismo que se ha instalado en España en las últimas tres décadas. No es razonable que entre Cantabria, Vascongadas y Navarra sumen cinco aeropuertos, o que prácticamente todas las capitales de provincia de España tengan una universidad pública.

El provincianismo, azuzado por los políticos locales, nos ha hecho, en los años pasados, gastar a los españoles mucho más dinero del que era necesario. Está claro que, además, había mejores soluciones en términos económicos. Para el avión, pocos aeropuertos y servicios de transporte rápidos por carretera o vía férrea entre aeropuertos. Para la universidad, menos centros, mejores y una buena política de becas para favorecer la movilidad de los estudiantes, que no les viene nada mal. Tanto hablar de las becas Erasmus, y entre la universidad al lado de casa y la finalización del servicio militar obligatorio, algunos salen de su casa por primera vez para ir a Estocolmo, con más de veinte años.

Todos esos servicios en demasía, además, no se han cobrado a los usuarios de los mismos. Es decir, aunque las universidades y los aeropuertos, por seguir con el ejemplo, cobran tasas a sus usuarios, no han servido para cubrir sus gastos, lo que puede parecer razonable si uno cree (porque es una cuestión de fe y no de razón) en la función redistribuidora del gasto público. Pero es que tampoco se nos han cobrado a los, digamos, propietarios de dichos activos -usted y yo- los mismos.

Para que me entiendan: usted puede o no usar un vehículo lujoso y de gran cilindrada, pero si lo quiere mantener en el aparcamiento de su casa sin utilizar no es un problema del fabricante, que se lo cobrará de todos modos. Estar orgulloso de tener tiene un coste. Nuestras autoridades nos han hecho sentirnos orgullosos de tener de todo, y sólo nos han hecho pagar una parte. El resto: la famosa deuda pública.

Y admítanme un consejo: desconfíen siempre del Gobierno.

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