martes, 20 de abril de 2010

El que la haga, que la pague

El Ecofin que se celebró este fin de semana último en Madrid a pesar de los volcanes islandeses, ha traído interesantes propuestas en materia económica. Hoy vamos a centrarnos en una: la propuesta de que la Unión revise a priori las propuestas de prepuestos públicos que los respectivos gobiernos de los estados miembros someten a sus parlamentos. Esto admite toda una discusión de ciencia política sobre dónde queda la soberanía nacional de cada Estado, si sus parlamentos sólo pueden votar sobre aquello que la Unión les permite. Pero como no es mi especialidad no voy a hablar de ello, sino de las declaraciones de nuestra vicepresidenta segunda y ministra de economía. Ha dicho la señora Salgado que bien, pero siempre que no pueda el revisor vetar los presupuestos sino sólo manifestar su opinión.

Está claro que este Gobierno, que presenta presupuestos a las Cortes que sabe que no se podrán cumplir, o que los modifica por Decreto-Ley a mitad de año, no quiere una instancia que le fije el contenido de los mismos. Con independencia de los argumentos políticos apuntados de soberanía, me parece que si la Unión no puede censurar los presupuestos nacionales, tampoco debe responsabilizarse de los mismos, máxime cuando no se cumplen. Es decir: no tiene sentido que el gobierno griego haga lo que de la gana, incluso mentir y falsear sus cuentas, y luego pida a Europa ayuda.

Todos nosotros tenemos una experiencia económica que es perfectamente trasladable -aunque un buen progresista siempre les dirá que las cosas son más complejas- cuando uno se independiza económicamente de sus padres y tiene la agradable sensación de que no tiene que explicar a nadie en qué se gasta su dinero, pero también sabe que eso no tiene vuelta atrás. La verdad suele ser muy sencilla, a veces tanto que nos sorprende. Mi opinión es que la Unión no debe meterse en las cuentas de cada Estado mientras sea soberano, pero también que los gobiernos de cada Estado deben asumir los errores de su gestión o al infortunio frente a sus electores y no llamar insolidarios o racistas al resto de gobiernos cuando no les dan ayuda.

Y admítanme un consejo: desconfíen siempre del Gobierno.

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