jueves, 29 de abril de 2010

Condiciones para crear riqueza

Antes de ayer les hablaba de la situación de España en los principales indicadores económicos que se utilizan: siempre estamos entre los cinco peores de las cuarenta y dos principales economías del mundo. Y les contaba que en lo referente a desempleo, con un 19% estábamos sólo peor que Sudáfrica que tiene casi un 25%. El otro día parecía que iba a ser difícil alcanzar a los africanos, pero hete aquí que también antes de ayer el Ministerio de Trabajo publicó por un rato, porque lo retiró en seguida, que el desempleo ya había superado el 20%.

Éste es el problema más acuciante de España que azota especialmente a los jóvenes, con casi un 50% de desempleo, y a los mayores de 45 años que ya superan el millón de desempleados, y casi la mitad de ellos de larga duración. Y las autoridades, sólo ofreciendo subsidios y miseria. La última idea peregrina la ha tenido el señor Revilla, el presidente cántabro, que propone reducir la jornada en un 25% y el salario en un 25%, y que del nuevo salario resultante un tercio lo pague el Estado. Pero quién piensa este señor que pagaría ese tercio: pues los contribuyentes.

En los países socialistas no había desempleo, sino miseria, y eso es lo que nos ofrecen. Para ejemplo, recuerden que la Olivetti se quedó con un fabricante de máquinas de escribir en Alemania Oriental tras reducir la plantilla desde 12.000 a 800 trabajadores, cuando este estado socialista se colapsó. Crear empleo no es fácil para el sector privado, pero es imposible para el sector público. El primero, el sector privado, necesita entre otras cosas bajos impuestos, poca legislación pero clara y de obligado cumplimiento para todos, libertad bien entendida, es decir, que no atente contra la moral y las buenas costumbres y, por último, el derecho y la obligación de asumir las consecuencias de sus propios actos. Casi todo lo demás en Economía es técnica y puede aprenderse, pero la ausencia de las condiciones que les he dicho imposibilita la creación de riqueza.

Y admítanme un consejo: desconfíen siempre del Gobierno.

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