lunes, 29 de marzo de 2010

¿Por qué no se fusionan las cajas de ahorros?

Este fin de semana último ha habido muchos rumores que aseguraban que el Banco de España iba a intervenir una caja de ahorros. Los rumores se apoyaban en la amenaza que el gobernador había hecho hace unas semanas a algunas cajas en mala situación en el sentido de que o bien se fusionaban o las intervenía. Finalmente, cuando escribo estas líneas, parece que nada ha pasado aún, pero está claro que esta semana va a ser de pasión para algunos.

Además, esta el otro problema del que les he hablado alguna vez: los 99.000 millones de euros, sí han leído bien, 99.000, que el Gobierno aprobó para el Fondo de Reestructuración Ordenada Bancaria, el llamado FROB, que deben utilizarse, de ser necesarios, para estas operaciones de fusión y saneamiento antes del 30 de junio o, de lo contrario, habrá que pedir autorización a la Unión Europea. Y claro, quedan tres meses y aquí no se mueve nadie salvo en Cataluña, para aprovechar las ayudas del gobierno español, porque las fusiones más razonables, las transcomunitarias, no gustan a los políticos que no quieren perder la cajita que les tocó en suerte. ¿Pero por qué no se interviene si es que es necesario? o ¿por qué no se fusionan las entidades si esa es la solución alternativa?

La segunda pregunta se la he respondido ya y la primera porque lo que se tienen que intervenir son cajas, no bancos, y los responsables de las cajas no son banqueros sino políticos. Ya se intervino una caja hace un año, dirigida por un político. Ahora parece que hay que intervenir varias porque no se fusionan y no pueden acceder, por tanto, a las ayudas del FROB. Pero es que su intervención sería la demostración, no del fracaso de las cajas como dicen algunos, sino de un modelo de cajas politizadas como otras tantas instituciones muy importantes para el funcionamiento correcto de nuestra economía y nuestro modelo social. La politización de las cajas ha sido algo parecido a la desamortización de las manos muertas en el siglo XIX, la excusa de un grupo de aprovechados para, con el argumento de la racionalización, poner bienes del común o de otros a su disposición sin coste y sin responsabilidades.

Y admítanme un consejo: desconfíen siempre del Gobierno.

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