martes, 9 de marzo de 2010

La especulación y las administraciones públicas

Los ingresos públicos españoles son los que más han caído en los dos últimos años en toda la Unión Europea. Parte se debe a que España es uno de los países a los que la crisis más ha afectado, y parte a que los ingresos de nuestras administraciones habían crecido de manera muy fuerte como consecuencia del denominado boom inmobiliario. En el fondo, nuestras autoridades han sido uno de los grandes beneficiarios de la denominada burbuja inmobiliaria. La burbuja la originó la liquidez abundante del Banco Central Europeo, un crecimiento de la población inmigrante a pesar de las tasas de desempleo no inferiores al 10% en ningún momento, y una oferta de suelo que los ayuntamientos aseguraron que fuera escasa para que les generara abundantes ingresos. Es decir, todo un cúmulo de decisiones políticas erróneas.

Los especuladores, los constructores y los inmobiliarios no fueron los culpables, sino los cooperadores necesarios de los ayuntamientos, una vez que el Banco Central Europeo y nuestro Ministerio de Trabajo crearon las condiciones, de libro, para la aparición de la especulación que siempre alguien termina por aprovechar. En este caso: insistimos, una coalición de empresarios y ayuntamientos. Pero también las aprovechó el Ministerio de Economía, que cobraba los impuestos sobre el Valor Añadido y sobre Transmisiones Patrimoniales sobre abundantes transacciones a cada vez precios más altos. Y las comunidades autónomas, que tienen cedidos porcentajes importantes de estos dos impuestos. Y estos impuestos fueron pagados por los que adquirieron viviendas en estos años: los que cambiaron y los que accedieron a una primera vivienda o una segunda por primera vez.

Las autoridades no quisieron luchar contra la especulación porque ellas participaban de la misma. Sin embargo, se les llena la boca de echar la culpa al mercado que adulteraron con liquidez abundante, escasez artificial de suelo en un país escasamente poblado y necesidad de importar población habiendo desempleados. Como además nuestras administraciones se acostumbraron a los ingresos fáciles de la especulación y ajustaron rápidamente sus gastos a sus nuevos ingresos, ahora tienen problemas para llegar a fin de mes. Pero la culpa nunca es de ellos.

Y admítanme un consejo: desconfíen siempre del Gobierno.

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