lunes, 22 de marzo de 2010

Grecia y su responsabilidad

Hacer el griego puede llegar a tener nuevas acepciones. Por ejemplo, puede querer llegar a decir algo así como: yo me lo gasto pero tú me lo pagas, porque a mí ahora me viene mal. Porque no otra es la actitud del Gobierno griego y de su primer ministro Yorgos Papandreu (hasta que me alcanza la memoria, después de Pericles los gobernantes de Atenas se llaman todos Papandreu). Resulta que el Gobierno griego ha llevado la deuda pública hasta niveles insostenibles que ha ocultado a la Unión Europea mediante los artificios contables oportunos. Ahora que está al borde de la insolvencia, insulta a sus prestamistas tildándolos de especuladores porque le han renovado la misma al 6,3% cuando Alemania paga sólo el 3,3% y, no conforme con ello, se queja de la insolidaridad alemana y atenta contra el sentido común cuando afirma que sería un fracaso de la Unión Europea -y no sólo de Grecia- el castigo y la sanción a este país.

Indudablemente, el pueblo griego no tiene la culpa de haber escogido al grupo que le gobierna, pero ese grupo no puede pretender que sean el resto de los europeos quienes asumamos las consecuencias. Si queremos devolver el sentido a la democracia, los votantes tienen que asumir los errores o la mala suerte de sus elecciones. La idea de que las decisiones nunca tienen coste porque el Estado siempre vendrá a reponerme las pérdidas, que se está cargando ese mecanismo de asunción de responsabilidades económicas que es el mercado, se está trasladando a la política donde esperamos que los errores de una administración sean asumidos por otras de orden superior, un organismo internacional o una entidad multilateral.

Por otro lado, claro que Alemania paga menos que Grecia, pero eso no es porque los alemanes sean más altos y más rubios que los griegos, la señora Merkel sea mujer en lugar de hombre como Papandreu, o conservadora en lugar de socialista como Papandreu, sino porque el gobierno de la señora Merkel está menos endeudado y, además, no ha mentido, como el de Papandreu.

Y admítanme un consejo: desconfíen siempre del Gobierno.

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