miércoles, 17 de febrero de 2010

De Grecia a Wall Street

Vaya vaya, parece que el Gobierno griego ha estado ocultando durante toda una década su nivel de endeudamiento real utilizando para ello operaciones de divisas. Concretamente lo que los financieros llamamos, en esa jerguilla llena de anglicismos que tan snob nos hace sentirnos, forward sobre divisas o, en español, permutas sobre tipos de cambio u operaciones a plazo sobre divisa. Estas operaciones forman parte de ese conjunto de instrumentos financieros que reciben el nombre de derivados y que tan mala fama tienen.

El gobierno griego, como cualquier operador interviniente en los mercados, necesitaba una contrapartida y hete aquí que la encontró en esa calle neoyorkina que sintetiza para algunos todos los males actuales: Wall Street. Encontró la contrapartida allí porque, como comprenderán ustedes, la Caja Rural de Aldeaperdida no tiene capacidad para cerrar una operación con el gobierno de una nación europea de más de once millones de habitantes. Sin embargo, eso no ha sido óbice para que algunos culpen a los banqueros norteamericanos de lo sucedido, cuando el que ha ocultado las operaciones en su contabilidad ha sido el gobierno griego. Los bancos americanos no ocultaron las operaciones en sus balances por la sencilla razón de que las normas internacionales de contabilidad y los principios contables aplicados en los Estados Unidos no lo permiten a las compañías privadas. Así, las operaciones con derivados, que presentan importantes dificultades para su reflejo contable, se recogen en los estados financieros de los bancos internacionales por imperativo legal. Sin embargo, el gobierno griego acudió a estas operaciones porque la normativa contable que se aplica a los entes gubernamentales en Europa no le obligaba a reflejar las mismas.

Puestas así las cosas, el crédito de los bancos internacionales al gobierno griego se orquestó mediante un derivado pactado a precios fuera de mercado, de tal manera que dicho gobierno recibió una cantidad al comienzo superior a la que le correspondía en condiciones de mercado por vender divisa y que posteriormente iba devolviendo recomprando esa misma divisa a precios superiores a los que le correspondería igualmente en condiciones de mercado. Una argucia que en un balance privado no habría pasado la primera revisión de un auditor experto. Sin embargo, resulta que las iras de la opinión pública son contra los bancos que diseñaron el producto, dieron el crédito y lo contabilizaron correctamente, y no contra el gobierno que engañó a sus ciudadanos y a toda la Unión Europea a la que ahora pide ayuda. ¡Vivir para ver!.

Y admítanme un consejo: desconfíen siempre del Gobierno.

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