martes, 13 de octubre de 2009

Hablemos de Economía

Iniciamos hoy la andadura de este blog en el que hablaremos de economía, pero de economía con mayúsculas, no de política ¡que no es lo mismo!, aunque algunos (normalmente los que la han estudiado en dos tardes) las confunden.

¿Y qué pueden esperar de estos artículos? Nunca esperen pronósticos. Si los economistas fuéramos capaces de pronosticar no se lo contaríamos a nadie. ¡Nos haríamos ricos sólo nosotros! La economía no puede hacer pronósticos, pero sí predecir las consecuencias de determinados actos. Sin embargo, apetece más escuchar pronósticos que las consecuencias de nuestros actos. Pronósticos que sólo sirven para desprestigiar a los que aventuren una opinión, mientras benefician a los políticos para los que todo es opinable. Deberíamos, por tanto, dedicarnos a razonar sobre lo importante: por ejemplo ¿por qué hay desempleo? Pero vamos a ver un pequeño ejemplo de lo que quiero decir.

Un trabajador contratado por el mínimo interprofesional tiene en España un salario de 624€/mes. Su empleador paga, además, 292,34€ todos los meses a la Seguridad Social, por lo que su coste es de 916,34€ al mes para su empresario. Si éste lo paga, el salario y las cotizaciones sociales, es porque el empleado lo produce. Sin embargo, el trabajador sólo ingresa 578,76€/mes porque la seguridad social aún le descuenta otros 46,24€ todos los meses. Con casi 580€ al mes, el trabajador no ahorrará, lo consumirá todo pero …¡todo lo que compra paga IVA! Por lo que alrededor de 50€ de su salario irán a pagar el IVA. Al final de los 916€ de coste salarial, sólo le quedan unos 525€: el 42% ha ido para las arcas públicas. ¡El 42% para el Estado! No les he demostrado hoy que ese 42% cree paro, pero me reconocerán que la contribución del trabajador legal peor pagado al erario público es desorbitada. Eso creará, cuando menos, economía sumergida. Y la queja, razonable de los empresarios, que quieren pagar menos y que sus trabajadores reciban más, para que gasten más, porque son empresarios, no hermanas de la caridad como los señores de los sindicatos.

Y admítanme un consejo: desconfíen siempre del Gobierno.

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