martes, 15 de diciembre de 2009

Que no, que esto no se arregla con dinero

Lo peor de las medidas económicas de nuestro Gobierno es que no son muy diferentes de las que está tomando el resto de Occidente, lo que hace pensar a los ciudadanos que no caben otras, aunque no se confíe en las mismas. Al final, esto creará una sensación de desánimo generalizado, cuando lo que se pretende, por parte de los políticos, es sólo inyectar entusiasmos que cada vez duran menos y necesitan más dinero. Ayer, Nicolás Sarkozy, presidente de la república francesa, anunció un paquete de medidas para la modernización nacional y la salida de la crisis, para el que emitirá 35.000 millones de euros de deuda pública francesa. Deuda que, para su colocación en los mercados, competirá con la que está emitiendo España, lo que, tras la amenaza de rebaja de la calificación crediticia por parte de Standard & Poors a la española, hará cada vez más difícil su venta.

Sarkozy incluye entre sus medidas el fomento de la formación y la educación superior, el apoyo al desarrollo sostenible y las PYMES, la financiación de los gastos de I+D, y el desarrollo de la economía digital y las nuevas tecnologías. Así dicho, cualquiera le critica que pida prestados 35.000 millones de euros que deberán pagar en los próximos años para gastar en cosas que no han decidido los franceses.

Japón se queda menos corto aún, y lanza su cuarto plan de choque contra la crisis (en la que lleva instalado veinte años) para gastar en cosas parecidas pero, como diría un castizo, más a lo bestia: 190.000 millones de euros. Todo esto sólo demuestra una cosa: los líderes de los países desarrollados están totalmente carentes de ideas e instalados en la irresponsabilidad, y creen que todo el problema económico se arregla con dinero, y no es así. No hay dinero suficiente para cubrir el derroche de un manirroto; sólo la austeridad y el trabajo le sacarán de su situación, pero a ver quién se lo dice. Ellos no van a ser los que le digan al pueblo eso, porque han asumido que su papel es prometerle la felicidad de la abundancia aquí en la Tierra. Los del pueblo nos hemos vuelto, también, irresponsables, y creemos que es la obligación de los que nos gobiernan solucionarnos los problemas, lo que nos llevará, sin duda alguna, a la esclavitud.

Y admítanme un consejo: desconfíen siempre del Gobierno.

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