viernes, 11 de diciembre de 2009

Política, de Aristóteles

Ya ven que ha llegado el viernes de nuevo, pero esta vez es posible que no les mande a la librería porque, posiblemente, muchos de ustedes tengan este libro en su biblioteca personal. Al fin y al cabo, es posible que lo hayan leído en algunos de los estudios que han cursado, lo que incluye el bachillerato. Tampoco les voy a indicar que lo lean entero, sólo el libro primero, apenas veinticinco páginas de la edición de bolsillo que manejo e, incluso, para los más ocupados, sólo desde el capítulo VIII al XI, con lo que su tarea queda reducida a apenas diez páginas.

Y ¿por qué tan poca lectura? Pues porque el tiempo de Adviento y la preparación a la Navidad lo merece, y porque seguro que ustedes, como yo, tienen infinidad de cenas y comidas que atender antes de la Nochebuena. El libro, ya desvelo el misterio, es la Política, de Aristóteles. Es interesante, de modo especial, el capítulo IX, donde el maestro de Alejandro Magno afirma que no “es la función general de la economía la de aumentar la riqueza hasta el infinito”, como parecen creer algunos. Y es que, realmente, de lo que trata la economía es de la ordenación de nuestras necesidades de todo tipo para satisfacer con medios escasos las más posibles, comenzando por las más perentorias. Es decir, y como afirma el filósofo, todas las artes y técnicas están limitadas en su finalidad, incluida la economía, pero no así la búsqueda de la riqueza por sí misma, que clasifica dentro de lo que llama la crematística.

Aristóteles nos explica por qué el hombre busca las riquezas sin límites en una sencilla frase: “La causa de esta disposición es la preocupación por vivir, pero no por vivir bien. Así, al ser aquel deseo sin límites, desean también unos medios sin límites”. Ya conocen, pues, el origen de la codicia que nos aflige: la desesperanza ante la muerte.

De la banca no habla bien el estagirita porque el negocio del tipo de interés le parece el más antinatural de todos. No comparto su juicio, porque no comprende que el tipo de interés, como afirma el economista austriaco Mises, no es una categoría económica, sino psicológica; sin embargo, en lo que sí creo que estaríamos de acuerdo es en lo antinatural del dinero sin base metálica que utilizamos hoy día, y que es el origen de la crisis que padecemos. Recuerde, por tanto, la recomendación de esta semana: Política, de Aristóteles, libro primero, especialmente capítulos VIII al XI. Siempre hay que volver a los clásicos.

Y admítanme un consejo: desconfíen siempre del Gobierno.

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