martes, 1 de diciembre de 2009

Anteproyecto insostenible

Pues el Gobierno cumplió el viernes con su amenaza, y nos atizó a todos los españoles con un anteproyecto de Ley de Economía Sostenible, y ya tienen ustedes a sesudos analistas y profesores de Economía entretenidos en explicarnos el contenido del mismo. Toda una pérdida de tiempo cuando la mayoría concluyen que es un cascarón vacío. Sostenible no quiere decir nada. Es, simplemente, el adjetivo que está sustituyendo a 'progresista', adjetivo este último que gozó de gran prestigio, pero que de tanto utilizarlo para ocultar la ignorancia y la incompetencia, ya es difícil esgrimirlo sin provocar carcajadas.

Sostenible puede ser cualquier cosa y su contraria si al Gobierno le pete. En cualquier caso, sí hay que decir algo del adjetivo sostenible: es una excusa para intervenir en decisiones que deben ser de los particulares. Así, el anteproyecto regula cosas variopintas como la temperatura en los locales privados de acceso público y no, como se dice, en los locales públicos, porque el Gobierno no debe olvidar que un bar, por ejemplo, es privado aunque el dueño nos deje entrar.

La norma está dividida en tres partes: mejora del entorno económico, competitividad y sostenibilidad medioambiental, sin ninguna estructura lógica ni entre las partes ni en cada parte. Realmente, recuerda a aquellas leyes de acompañamiento de presupuestos que lo mismo te modificaban el Código de Comercio que el etiquetado comercial de los supermercados referente al tamaño de los huevos de gallina. Algunos de sus aspectos serán agua mojada como, por ejemplo, la reducción de la morosidad de las administraciones públicas locales, porque si los acreedores no pueden embargar a los Ayuntamientos no les sirve de nada que la Ley les reconozca que tienen el derecho a cobrar en un plazo determinado. Otros no sé si causan risa o preocupación, como la obligación de coordinación que se establece para los organismos supervisores entre ellos (¿qué pasa, que no lo hacían, o al menos no lo hacían suficientemente?) y con la Comisión Nacional de la Competencia, ese órgano que existe con una u otra denominación parecida en todos los países de nuestro entorno, y cuya finalidad es acabar con la libertad de mercado bajo la excusa de promover la competencia, un conjunto de individuos que ni la comprenden ni les gusta. La verdad es que el anteproyecto es insostenible.

Y admítanme un consejo: desconfíen siempre del Gobierno.

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