miércoles, 18 de noviembre de 2009

Seguridad laboral vs. economía flexible

Lo único malo de escribir de economía a diario es tener que leer todos los días la prensa, especialmente la económica, para encontrarse con declaraciones como las que hizo ayer la cuarta peor ministra de Economía, de un ranking de 19 que publicó ayer Financial Times. Declaraciones hechas en la Comisión Mixta de las Cortes para la Unión Europea y que decían: "la flexiseguridad busca avanzar hacia una 'economía dinámica' con plenas garantías de seguridad laboral para los trabajadores". ¿Y esto qué quiere decir? O mejor aún: ¿quiere decir algo? Pues no. Sólo es una hermosa frase que no compromete a nada, no afirma nada y es inatacable porque ¿quién está en contra de una economía dinámica o de las plenas garantías de la seguridad laboral? Y, por otro lado, ¿qué es eso de la flexiseguridad? Un término que suena tan tranquilizador como lo del 'sexo libre y seguro' para combatir el SIDA.

La única verdad está en el análisis de los datos: España tiene un 19% de tasa de desempleo, la segunda más alta entre las cuarenta y dos principales economías del mundo, y que en los mejores años apenas bajaba del 10%, y era también de las más altas mientras importábamos cinco millones de inmigrantes para cubrir nuestras necesidades de mano de obra. Es decir, somos un buen ejemplo de que la intervención pública sólo genera distorsiones: parados por un lado y necesidad de trabajadores extranjeros. El problema de las políticas intervencionistas que aplica este Gobierno, y el anterior, aunque en menor medida, es que pretenden de manera simultánea objetivos incompatibles: la seguridad laboral más absoluta no es nada flexible y, lo que es peor, crea una economía nada dinámica, y si no, piensen en el bloque soviético, donde no había paro ni se movía nada. Pero lo peor no es eso: la seguridad laboral más absoluta es la del esclavo y ésa, sin lugar a dudas, es la que pretenden esos sindicatos que se manifiestan con el Gobierno contra los empresarios. ¡País de locos! Pero eso sí, al menos tiene gracia.

Y admítanme un consejo: desconfíen siempre del Gobierno.

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