miércoles, 21 de octubre de 2009

Y el dólar por los suelos

Pues ahora todo el mundo se queja de que el dólar está muy bajo, a punto de alcanzar un cambio de 1,5$ por euro -tal vez lo haya alcanzado mientras escribo esta reflexión- y algunos dicen que se pondrá a medio euro el dólar. Así que de todas partes se oyen voces que solicitan a la Administración económica norteamericana que aplique unas políticas que lo aprecien, porque dicen que así no podemos seguir.

La verdad es que para que el dólar subiera tendrían que cambiar muchas cosas en la política de los Estados Unidos. Para empezar, habría que reducir el déficit público -el segundo mayor del mundo avanzado, sólo por debajo del de Gran Bretaña-, y eso no parece que pueda ocurrir en el corto plazo con tanta ayuda pública y el plan de sanidad pública y universal que pretende sacar adelante en el Senado el presidente Obama. Por otro lado, el aumento de la masa monetaria que reflejan tipos de interés en dólares cercanos al 0%, hace que con el dólar ocurra lo mismo que con cualquier otra cosa que abunda: que vale poco. El déficit comercial norteamericano tampoco ayuda: es el mayor del mundo en términos absolutos y el tercero en términos relativos entre las primeras cuarenta y dos economías del mundo, sólo superado por España y Grecia, y en ese orden.

Vamos, que los norteamericanos han financiado su déficit público -lo que su Estado debe a los tenedores de deuda pública americana- y su déficit comercial -lo que los norteamericanos nos deben al resto del mundo-, imprimiendo esos famosos trozos de algodón al 75% y lino al 25%, de color verde, por los que el resto del mundo pierde el sentido. Especialmente China, que es el mayor tenedor extranjero de dinero y deuda pública norteamericana.

Tal vez la causa esté en las declaraciones del ministro chino de finanzas la pasada primavera, en las que venía a decir que eran los mayores acreedores de los Estados Unidos y que esperaban poder cobrarlo todo. Unas declaraciones así, y viniendo de quien venían, estarán conmigo en que como mínimo producen desazón, pues ya saben que el que habla en alto lo que intenta es espantar sus fantasmas, y está claro cuál es el fantasma del ministro chino. Y es que tal vez el problema del dólar sea la confianza en el hombre que ha ganado el último premio Nobel de la Paz.

Y admítanme un consejo: desconfíen siempre del Gobierno.

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