jueves, 22 de octubre de 2009

Economía sostenible y el fracaso de los biocombustibles

Les dije ayer que probablemente el dólar superaría el cambio de más de dólar y medio por euro, y así ha sido. No crean, por eso, que acierto siempre. Más bien al contrario y, además, como ya les he dicho alguna vez, el trabajo del economista no es pronosticar. Bien, vamos a la faena.

Quiero hablarles de economía sostenible, que es un tema de moda entre la ecoprogresía que nos aflige y, en concreto, sobre el desastre que ha sido el tema de los biocombustibles. Los biocombustibles fue una moda muy verde porque permitía fabricar combustibles a partir de cereales y otras producciones agrícolas tradicionalmente utilizadas para el consumo humano. Era muy verde porque reducía las emisiones de gases contaminantes que producen los combustibles fósiles como es el petróleo. Y era muy progresista porque trasladaba la riqueza desde las petroleras a los agricultores.

Pero ¿qué podíamos esperar de que los campos se roturasen para plantar cereales no para la alimentación, sino para producir combustible? Pues un aumento del precio del cereal que en determinadas áreas del planeta lo puso a unos precios prohibitivos para la población. El caso más flagrante fue el del maíz, en México. Los pobres no podían pagar sus famosas tortillas porque los ricos lo usábamos para calentarnos más barato que con petróleo. El suelo agrícola subió de precio también, lo que dificultó el acceso a la propiedad del mismo, y los países productores de petróleo -que no son ricos precisamente- vieron sus ingresos disminuidos a favor de los grandes productores de cereal: Estado Unidos y Rusia.

Esto no tendría importancia para los que creemos en que está bien que la riqueza cambie de manos, si no hubiera provocado hambre con la ayuda pública y la buena conciencia con que suele contar todo lo que suena a verde. Si no me creen léanse un informe muy interesante sobre el tema en el último número de la revista misionera Mundo Negro, que viene a contar algo que un buen economista habría previsto, pero nunca un ecoprogresista teñido de prejuicios.

Y admítanme un consejo: desconfíen siempre del Gobierno.

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